*Por Paola Zabala, liquidadora en Provincia ART y directora de la Comunidad Anti Bullying Argentina.
Diferenciaciones a nivel conceptual
En una entrevista reciente, el actor francés Alain Delon manifestó su deseo de morir a través de una eutanasia programada, reabriendo controversias que datan de mucho tiempo, sobre las cuales se hace difícil consensuar debido a los dilemas éticos que suscita. Después de todo: ¿tenemos derecho a decidir sobre la muerte?
En primer lugar, antes de comenzar a dirimir es necesario teorizar sobre los conceptos para hablar con propiedad. Eutanasia – muerte digna y suicidio asistido conceptualmente están perfectamente delimitados, y a pesar de que se utilizan como sinónimos, hacen referencia a situaciones bien diferenciadas.
- Muerte digna es el derecho que ostenta un paciente a “morir dignamente”, sin el empleo de medios extraordinarios para el mantenimiento de la vida. Esto no implica la exclusión de tratamientos paliativos para evitar el sufrimiento hasta que se produzca la muerte.
- En tanto la Eutanasia consiste en provocar la muerte de un modo directo. Podemos diferenciar aquí a la Eutanasia activa: donde se provoca la muerte de un modo directo mediante acciones dirigidas a cortar el curso vital o pasiva que consiste en la suspensión u omisión de tratamientos precipitando la muerte.
- Suicidio asistido: Consiste en proporcionarle a una persona los medios necesarios para suicidarse. Siendo el propio paciente quién termia con su vida.
No es la intención de este artículo adentrarnos en cuestiones médicas, legales, ni religiosas, sino invitarlos a la reflexión más bien filosófica sobre este tema.
En la era de la posmodernidad se torna natural hablar de sexo en los medios de comunicación; sin embargo, la muerte es el nuevo tema tabú. “Todo lo relacionado con la muerte se esconde, disimula y maquilla. Se esconde en el hospital… Se disimula ante el enfermo… La muerte ya no tiene lugar.” (La eutanasia / Arnoldo Kraus, Asunción, Álvarez – Series Colección Tercer Milenio. Editor: México: CONACULTA, 1998 – Pág. 17)
La esperanza de vida ha aumentado en 5 años desde el año 2000 – Las mujeres japonesas, cuya vida se prolonga de media 86,8 años, son las más longevas. En el caso de los hombres, es en Suiza donde más tiempo viven, con 81,3 años de media. (Observatorio Mundial de la Salud de la OMS – 9 de mayo de 2016 –Comunicado de prensa-GINEBRA) – Ante el aumento de enfermedades crónicas que se asocian a la edad, que merman la calidad de vida y para las cuales la ciencia todavía no halló un remedio eficaz, nos encontramos con replanteamientos éticos acerca de cómo enfrentar la muerte. Respecto al tema de la eutanasia o suicidio asistido surgen debates interminables, para los cuales no existen respuestas acabadas.
Ya nos advertía Martin Heidegger, filósofo existencialista, cuando consideraba que “el Hombre es un ser para la muerte” y que aceptar nuestro “ser para la muerte” nos permitirá sumergirnos en nuestra vida de forma más plena. La muerte no es lo contrario de la vida, sino más su conclusión. No es posible una vida auténtica sin afrontar que la muerte es parte de la vida. Ser conscientes de su finitud, nos invita a valorarla. De la misma forma que apreciamos al atardecer como el último suspiro del día, pensar en el ocaso de la vida nos invita a aportarle significado en nuestra existencia.
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