* Por Ezequiel Dominguez, Lic. en RRLL, especialista en factores de riesgo psicosociales en el trabajo – Servicios de prevención en Provincia ART.
Para muchos, enero, febrero e incluso marzo, son meses de descanso del trabajo, la universidad y la escuela, entre otros. Es tradicionalmente un período para relajarse. Aquellos que pueden, es el período para irse de la ciudad a vacacionar en el mar o en las montañas, o simplemente parar para descansar en el hogar, reflexionar acerca del 2020 y planificar el 2021, aprovechar el aire libre y el clima. El bienestar que se siente en las vacaciones es muy beneficioso para la salud, permite recuperar energía y fuerzas.
Este estado comienza a decaer con gran celeridad tras la vuelta a la rutina, muchas veces asociada a momentos del año complicados y estresantes, debido a los cambios, movimientos y obligaciones, como la vuelta al trabajo o a los estudios. Se suman también, la gran cantidad de reuniones y compromisos, la congestión vehicular, el inicio de las clases, en algunos casos continuando con la virtualidad, en otras retomando la modalidad presencial, las deudas post vacaciones, los gastos en cursos, clases y educación, etc.
Todo ello trae aparejado cansancio o agotamiento físico y mental, malestar, irritabilidad, disminución de la paciencia y de la tolerancia a la frustración, mala predisposición y mal humor. La vuelta a la rutina luego de un período de descanso conlleva un periodo de readaptación que se puede extender, en el mejor de los casos, en un lapso de una o dos semanas y suele cursarse con cierto nivel de estrés, preocupación y ansiedad, palabras claves que se desarrollarán a continuación.
El estrés es una respuesta fisiológica natural provocada por un acontecimiento externo o interno, producto de un estresor (estímulos como objetos, personas o situaciones que implican una resolución). Es una adaptación exitosa ante desafíos, para seguir adelante, un shock de energía de vitalidad, que nos moviliza, activa y energiza. Este estrés es el considerado “bueno” o positivo (eustrés) que nos estimula para enfrentar problemas y cualquier desafío que se nos presente beneficiando nuestra salud.
Pero muchas veces, las situaciones desbordan o el período de readaptación se vuelve difícil y frustrante, provocando una excesiva reacción de estrés de carácter desagradable que trae aparejado consecuencias negativas para la salud física, por ejemplo: trastornos gastrointestinales, cardiovasculares, respiratorios, endocrinos, sexuales, dermatológicos, musculares, entre otras, además de consecuencias psicológicas, mentales, en la conducta y en las relaciones sociales. Este estrés es el denominado malo o negativo (distrés)
La preocupación es normal al volver a la rutina que se suma a la situación generada por la pandemia y todo lo que acarrea, provocando la aparición de pensamientos repetitivos y obsesivos de carácter negativo, pesimista, de posibilidad de que las cosas salgan mal, como, por ejemplo: los temores de la vuelta a las clases presenciales de los niños, los objetivos laborales y profesionales propuestos, la continuidad de la virtualidad de los estudios universitarios, etc.
La ansiedad es un estado emocional displacentero, semejante al miedo. Es una respuesta adaptativa ante una situación que supone peligro o es novedosa, sin un elemento consciente o real que lo desencadene. Cierto grado de ansiedad es deseable y beneficiosa para la vida, pero muchas personas se ven afectadas negativamente por ella si se prolonga en el tiempo, de forma elevada y ante estímulos que no suponen una amenaza real: en este caso podemos considerarla como ansiedad desadaptativa que provoca consecuencias en la salud física, psíquica y afecta a nuestros procesos mentales. La ansiedad tiene un elemento cognitivo (la preocupación) y una respuesta fisiológica (el estrés)
Sin embargo, existen una gran cantidad de estrategias para paliar los efectos negativos provocados por el estrés y la ansiedad. Muchas de ellas son conocidas por todos, pero no son llevadas a la práctica. Para ello no existen recetas mágicas, sino estrategias, recursos y herramientas, que se deben poner en práctica para una relación cuerpo/mente sana y comprometerse a mantenerlo a lo largo de nuestras vidas como hábitos y rutinas.
Algunas estrategias que pueden ayudar a eliminar o mitigar elevados niveles de ansiedad y estrés son:
- Una buena planificación del año.
- Una vida conformada con hábitos saludables como una alimentación sana, hidratación, actividad física y 8 horas de sueño.
- Generar un entorno emocionalmente positivo como familia, amigos y mascotas.
- Mantener una actitud positiva.
- Proponerse metas y objetivos desafiantes pero alcanzables.
- Disponer de tiempos para encontrase con uno mismo y reflexionar.
Para finalizar, es importante reflexionar que ir a la costa, a las sierras o estar en nuestro hogar y disponer de todo el tiempo del día libre y sin responsabilidades, es decir, estar de vacaciones, no es la única condición para alcanzar el bienestar.
Es necesario intentar estar bien en el lugar donde se vive, aunque parezca difícil, no es imposible. Se puede descansar, sentir bienestar, relajarse y ser feliz, en el lugar donde se habita todos los días y se lleva a cabo una rutina.
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