El caso de Ema, la joven de 15 años que se quita la vida tras la viralización de un video íntimo, tiene similitudes profundas con el caso de Amanda Todd, una estudiante canadiense que en 2012 también se suicidó tras sufrir acoso digital. Aún así, como adultos todavía no dimensionamos la vulnerabilidad de los adolescentes en la era digital, donde sentir su intimidad expuesta puede generar una presión emocional incontrolable. Hablar de suicidio y violencia digital se hace imperativo.
Este es mi pedido a vos lector/lectora. Necesito que te tomes un instante para ver este artículo porque a lo mejor en alguna circunstancia cercana tu palabra y tu apoyo podrían salvar una vida.
Lo primero que debemos entender es el impacto devastador de la violencia digital. Tanto Ema como Amanda enfrentaron una humillación pública masiva. La viralización de material íntimo sin consentimiento genera una sensación de desprotección, de no retorno, donde las víctimas sienten que su autoestima y su reputación, su valor social y su dignidad, han sido aniquilados. No poder controlar la difusión de estos videos o fotografías genera una sensación de desesperanza y desamparo absolutos.
Encuentro tantos puntos de contacto entre una historia y otra…
Otro elemento clave es la falta de una red de contención inmediata. Tanto en el caso de Amanda como en el de Ema las Instituciones Educativas no brindaron el sostén necesario para alojar la angustia y el dolor de estas adolescentes, las dejaron solas. Desconozco si la causa fue la desidia, el desconocimiento o la falta de herramientas para hacer frente a una situación así. Quizás una combinación de todo. La vergüenza pública, el aislamiento social y la incapacidad del entorno (familia, escuela, amigos) para comprender la gravedad de lo que estaba sucediendo. La madre de Ema menciona que: “no tomó dimensión del problema” lo cuál es habitual en un contexto donde los adultos no están completamente alfabetizados digitalmente y no perciben el impacto emocional que produce en los jóvenes ser expuestos en las redes sociales.
En ambos casos el suicidio fue una respuesta desesperada a la violencia digital y al dolor emocional abrumador que sintieron como algo irreversible. El hecho de que Ema se quitara la vida 24 horas después de la viralización del video sugiere que la situación se volvió insostenible de manera muy rápida, algo que también observamos en el caso de Amanda ,tras ser víctima de bullying . Llegaron a un punto de quiebre donde quitarse la vida fue la decisión más rápida para escapar a un conflicto insostenible, una decisión radical para un problema transitorio.
Es fundamental destacar que tanto Ema como Amanda eran adolescentes, una etapa de desarrollo donde las emociones son extremas y los recursos psicológicos limitados por el sencillo hecho de que no tienen experiencia de vida para dimensionar lo que les sucede, ponerlo en perspectiva y buscar soluciones. En este contexto, lidiar con emociones extremas y un entorno que no supo contenerlas precipitaron este desenlace indeseado.
Otro punto en común es el papel que cumple el entorno digital en amplificar las dinámicas de poder y violencia. La facilidad de compartir contenido en línea en esta era de la inmediatez, la impulsividad en esta época de “likes y shares” sumado a la falta de regulación legal y educación digital potencia la viralización de videos y fotos.
Estos casos destacan la importancia de intervenir preventivamente en la educación digital de los adolescentes y en nuestra capacitación como adultos para comprender y enfrentar esta problemática. La urgencia es innegable. Debemos reconocer el impacto devastador de la violencia digital, pero también ofrecer a las niñas, niños y adolescentes herramientas que les permitan ver alternativas, para que el suicidio no sea la solución a este problema. Como sociedad, tenemos el deber de protegerlos, creando conciencia, brindándoles apoyo emocional, escuchándolos y capacitándonos para identificar las señales de alerta. Juntos podemos construir un entorno más seguro y empático, donde los adolescentes se sientan comprendidos y acompañados.
Para más información sobre suicidio y violencia digital
El suicidio es una tragedia prevenible. Si vos o alguien que conocés está luchando con pensamientos suicidas, existen recursos disponibles para ayudar:
- Centro de Asistencia al Suicida (CAS): Línea de atención gratuita y confidencial, disponible las 24 horas al día. Teléfono: 0800-345-1435
- Línea Nacional de Prevención del Suicidio: WhatsApp de prevención, disponible para apoyo emocional y recursos.
La empatía, la comprensión y el acceso a recursos adecuados pueden marcar la diferencia. Si estás enfrentando dificultades, no dudes en buscar ayuda.
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Por Paola Zabala
Directora Comunidad Anti Bullying Argentina.