Desde que se comenzó a trabajar en los temas atinentes a la Prevención de Riesgos, se viene mencionando como una letanía la frase que más o menos dice así: “Los accidentes no son casuales…son CAUSALES”. Desde esa verdad, se vuelcan ingentes esfuerzos para lograr la disminución de infortunios laborales.
La experiencia fundada en las investigaciones de accidentes nos muestra que las causas que confluyen para su ocurrencia son, en su enorme mayoría, las que involucran a las máquinas, instalaciones, procedimientos, normas (CAUSAS MATERIALES) y las CAUSAS HUMANAS.
Pero si avanzamos unos pasos más en este primer análisis, no podemos dejar de ver que, tanto unas como otras, tienen al FACTOR HUMANO como desencadenante de los hechos accidentales. Si una máquina está deteriorada y sigue en uso a pesar de los mayores riesgos que eso implica, tiene que ver con la mirada preventiva de las personas involucradas en el proceso productivo: trabajador, supervisor, jefe, etc. Y este mínimo ejemplo se puede verificar en muchísimos accidentes en los cuales sólo se efectúan recomendaciones preventivas primarias (reparar la máquina, verificar procedimiento de trabajo, solicitar más controles a la supervisión, etc.) pero perdemos de vista que en realidad no estamos sumando acciones que involucren al Factor Humano…A LAS PERSONAS.
Pero… ¿desde donde debiéramos repensar el accionar preventivo?
En la actualidad ya hay organizaciones empresarias que están aplicando una mirada multidisciplinaria de la gestión de la Prevención de Riesgos a fin de lograr la creación y posterior fortalecimiento de una CULTURA DE SEGURIDAD. Esa Cultura de Seguridad es la forma en la que se valora y prioriza la seguridad en la organización, teniendo en cuenta el comportamiento que adoptan las personas. Estamos hablando del nivel de valores, creencias y actitudes, tanto de forma individual como colectiva frente al compromiso que se adquiere con la seguridad.
Entonces cuando analizamos las acciones que debemos encarar para la disminución de los accidentes de trabajo o las enfermedades profesionales, debemos aceptar que es muy importante contar con equipamiento y procesos que permitan realizar las actividades laborales en forma segura pero que también importará que, en igual rango de importancia, se dispongan recursos (temporales y económicos) para encarar acciones que tiendan a mejorar el comportamiento de las personas y fomentar hábitos seguros
Está demostrado que cuando se invierten recursos para fomentar la generación de una Cultura de Seguridad involucrando activamente a LAS PERSONAS, no sólo disminuirán los siniestros, sino que además en el tiempo se obtendrán resultados altamente positivos relacionados con la calidad de productos y procesos y la productividad tan necesaria en estos días.
Como colofón podemos afirmar que para lograr un cambio positivo permanente en materia de Prevención de Riesgos, debemos actuar en forma constante sobre el FACTOR HUMANO a fin de que el mismo actúe habitualmente con una mirada preventiva sobre las actividades que desarrolla.