LA IRA

LA IRA

*Por Paola Zabala, liquidadora en Provincia ART y directora de Comunidad Anti Bullying Argentina.

“Enojarse es fácil, pero enojarse en la magnitud adecuada, con la persona adecuada, en el momento adecuado eso es cosa de sabios. “ – Aristóteles

Hace poco tiempo censurábamos socialmente la reacción desacertada de Will Smith en la entrega de los Oscars. Hoy su casi homónimo, Willie Smith, un padre de 40 años, en un escenario diferente, una escuela de Arizona, participa de un enfrentamiento a los golpes con 30 estudiantes que hacían Bullying a sus hijos.  Recordemos también que en una nota anterior hicimos referencia a otro episodio de violencia acontecido en la Localidad de Lomas de Zamora donde otro padre de familia amenaza a través de un mensaje de voz al hostigador de su hija con discapacidad auditiva.

Cambian los actores, los escenarios, las causas, pero nos referimos a diferentes estallidos de ira

“Siento una oleada de calor, una energía inusitada me invade. De pronto me olvido de las personas que están alrededor, nada me importa. Seguramente me arrepienta de esta reacción, pero en este momento no puedo pensar en las consecuencias de lo que voy a hacer. Me olvidé de las técnicas de relajación, de lo leí sobre comunicación asertiva y de lo que significa la inteligencia emocional. En ese momento era más imperioso descargar mi ira que detenerme a pensar que era lo que más me convenía.”

¿Esta descripción les suena conocida? ¿Te ocurrió alguna vez una situación así? “Homo sum, humani nihil a me alienum puto” es un proverbio latino que significa “Soy un hombre, nada humano me es ajeno”. Miguel de Unamuno en su obra: “Del sentimiento trágico de la vida” cita esta locución en latín; y tal vez no haya un lema que refleje con tanta claridad y contundencia nuestra humanidad. Nos hemos convertido en seres evolucionados, sin embargo, las cuestiones que preocupaban a nuestros queridos griegos son las mismas que nos atraviesan en la actualidad. Por eso me cuestiono si la ira se trata de un mal de época, cuando en realidad hablamos de una emoción básica tan antigua como el hombre mismo.

Podemos reconocer que la tecnología, sin afán de demonizarla, ha cambiado este contexto porque nos permite ejercer la violencia y descargar nuestra ira aún a distancia, sin ensuciarnos las manos, en forma anónima cuando a veces nos escondemos detrás de un perfil para ejercerla. Los famosos “haters u odiadores”, el tan mencionado y sufrido “ciberbullying” que aqueja a tantos niños, niñas y adolescentes son una muestra de cómo ha cambiado sólo el escenario, pero seguimos viendo la misma obra.

Ahora bien, comencemos por definir ¿Qué es la ira? 

Es una emoción básica, y como toda emoción nos puede hacer sentir mejor o peor pero no hay emociones positivas o negativas (considero más acertada la clasificación en placenteras o displacenteras en función de cómo nos hacen sentir). Una de las funciones de las emociones es la adaptativa; nos brinda información de lo que nos pasa con lo que sucede para dirigir nuestro comportamiento hacia la supervivencia. De la misma forma en que el miedo nos comunica que estamos frente a un estímulo amenazante y nos prepara para la huida o la lucha; la ira también cumple una función de adecuación al medio. Porque nos permite movilizar recursos para defendernos a nosotros mismos o a un ser querido.

Entonces me pregunto ¿es posible evitar sentir ira? ¿Al fin y al cabo es beneficioso o perjudicial sentir ira? Desafortunadamente durante muchos años se nos inculcó que dejarnos guiar por las emociones tenía un matiz de debilidad, aprendimos a luchar contra ellas en lugar de escuchar el mensaje que nos traen. Puede que cause cierta impotencia leer esto: no elegimos como nos sentimos, las emociones se experimentan; y podemos lograr anestesiarlas o no conectar con ellas a través del consumo de drogas, alcohol u otras adicciones incluso del orden de la tecnología. ¿Y si no podemos elegir que sentimos entonces que hacemos? He aquí la llave que destraba el candado, podemos elegir actuar asertivamente y usar las emociones a nuestro favor.

Podemos sentirnos iracundos, pero no debemos confundir la emoción con la conducta que adoptamos. Sentirnos enfadados, subrayo, no justifica nuestra forma de proceder, aunque la explique. Tampoco estamos librados a lo que sentimos.

Manifestábamos anteriormente que la función de la ira es movilizarnos para atacar o defendernos a nosotros o a nuestros seres queridos. En ese momento quizás todavía no podemos ponerle nombre a la emoción, pero si podemos evidenciar en el cuerpo la tensión muscular, el aumento de la frecuencia cardíaca, empezás a sudar, podés sentir la sangre que fluye hacia las manos. Identificar estas señales nos pueden ayudar a ponerle nombre a la emoción. Tengamos en cuenta que frente a esta emoción disminuye nuestra capacidad de razonar, de allí que a veces cuando reflexionamos acerca de lo que pasó, algunas de nuestras conductas chochan con nuestra noción de sí y no nos reconocemos en eso que hicimos como, por ejemplo: arrojar un objeto o romper un objeto, propinar un golpe, etc. En esas circunstancias hablamos de “secuestro emocional”. Es decir: primero nos gana el enojo y luego hacemos el ejercicio de pensar. La emoción es más veloz que la palabra. Aquí otra vez parece que seguimos hablando de Will o Willie, pero bien valen sus ejemplos para reflejar esto. Por supuesto hay matices aceptables de la ira si no se agrede a otro. A estas explosiones suelen sucederse sentimientos de culpa, de vergüenza y a veces el posterior intento de reparación o pedido de disculpas. Si W.S. hubiera tenido una respuesta más adecuada no hubiera perdido ninguno de los contratos millonarios que se cayeron, ni se hubiera visto sometido a castigos tales como la imposibilidad de presenciar la entrega de los Oscars por 10 años. Digamos que a pesar de que su ira fue justificada, el secuestro emocional que sufrió resultó en graves pérdidas económicas

Entonces, decíamos que no podemos elegir como nos sentimos, pero si podemos elegir que hacer, la clave es aprender a reconocer las emociones, escuchar lo que vienen a decirnos y adoptar una conducta o una respuesta asertiva.

La violencia a diferencia de la agresión es una conducta aprendida cuyo fin es someter, dañar o humillar; esto significa que también podemos desaprenderla y entender que no es una forma saludable de resolver un conflicto dadas sus consecuencias. Recordemos que: “Los chicos ven, los chicos hacen”, es decir, los niños están constantemente observando nuestra forma de actuar e imitando nuestras conductas.

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