El 8 de marzo se conmemora el día internacional de la mujer trabajadora. Este día, es designado oficialmente en 1977 por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Es una historia de lucha y resistencia.
Desde finales del s. XIX, las mujeres que trabajaban en la industria textil en Nueva York organizaron huelgas, sindicatos y movilizaciones en reclamo de salarios más justos y condiciones laborales más humanas, derecho al voto y la prohibición del trabajo infantil. La respuesta fue la persecución y detenciones de las activistas.
En el año de 1910, en Copenhague, se celebró la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas. El tema central fue el sufragio universal para todas las mujeres, y por moción Clara Zetkin, líder del “levantamiento de las 20.000”, se proclamó oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
La lucha de las mujeres en pos de la igualdad de condiciones laborales, ha sido incesante. Década tras década, se encuentran hitos que dan cuenta de los avances y el resultado de esta lucha, sin embargo, aún hay mucho recorrido por transitar y el #8M es recordatorio de ello.
El día internacional de la mujer trabajadora invita a reflexionar sobre las desigualdades que aun persisten en el ámbito del trabajo, y a movilizarse para mejorarlas.
Las desigualdades de género en el mercado de trabajo influyen sobre el tipo de exposición a riesgos laborales que tienen las mujeres y los hombres. La intervención preventiva en el ámbito de la seguridad y la salud laboral necesita incorporar estos datos y abrirse a una perspectiva de género para ser efectiva.
Estas desigualdades pasan por la participación en el mercado laboral (tasa de actividad); variables como el empleo y desempleo; la calidad del empleo (registrado o informal, jornada completa o parcial, a tiempo indeterminado o eventual); los tipos de ocupaciones prevalentes por sexo y la posibilidad de ascender a posiciones jerárquicas dentro de las diferentes organizaciones (segregación horizontal y vertical). También se visualizan en la participación y representación sindical. La exposición a riesgos se relaciona directamente con estas variables.
Desigualdades en el mercado del trabajo
- Pese al enorme crecimiento en la participación de la mujer en el mercado de trabajo a lo largo del s. XX, aún continúa siendo menor la proporción de mujeres económicamente activas que la de hombres.
- Las mujeres representan la mitad de la población argentina y el 48.1% de las mujeres en edad de trabajar es económicamente activa (tiene empleo o lo busca activamente). En 1990 la tasa de participación de la mujer era del 36.8%.
- Durante su vida activa, las mujeres tienden a abandonar el mercado de trabajo más que los hombres en determinados momentos (algunas no vuelven a reingresar), vinculados a la maternidad o a cuidado de otros familiares.
- La tasa de empleo de las mujeres (43.1%) es inferior a la de los hombres (66.3%).
- Las mujeres suelen tener -en mayor proporción que los hombres- ocupaciones precarizadas, a tiempo parcial y otras modalidades (autoempleo, empleo en cooperativas, programas sociales). Por ejemplo, un 34.9% de las mujeres tenían un empleo no registrado en 2017 contra un 31.6% de los hombres.
Prevención con enfoque de genero
Una política de prevención con enfoque de género parte de tres preguntas:
- ¿En mi organización se analizan las condiciones de trabajo y los riesgos teniendo en cuenta el género (por ejemplo, se llevan las estadísticas de salud y siniestralidad incorporando la variable de género)?
- ¿En mi organización las medidas de prevención tienen en cuenta el género (por ejemplo el diseño de puestos o la elección de elementos de protección personal)?
- ¿En mi organización, las mujeres trabajadoras participan en la discusión y diseño de medidas preventivas para sus tareas?
Si respondemos que no a alguna de las tres preguntas, podemos comenzar a cambiar:
- Visualizar las condiciones de trabajo y salud laboral de las mujeres es el punto de partida para enriquecer las actividades de prevención. Para eso, los instrumentos de evaluación para analizar las condiciones de trabajo, los riesgos y la salud laboral deben ser sensibles a las diferencias de sexo y a las desigualdades de género. Los datos y los análisis deben presentarse por sexo.
- Las prácticas de prevención deben tener en cuenta el conjunto de puestos de trabajo y valorar el conjunto de los riesgos (de seguridad y de salud, higiénicos, ergonómicos y psicosociales).
- La participación de las mujeres (en el comité mixto de higiene y seguridad o en otros espacios) es imprescindible para poder hacer una correcta prevención.
En los últimos años, muchas organizaciones, empresas y gobiernos se han emparentado a esta lucha a través de cambios legislativos, políticas internas y el impulso de modificaciones de hábitos y conductas instaladas. Asegurar condiciones de trabajo sanas, seguras y equitativas para las mujeres, no solo es una necesidad imperiosa si no también es un deber moral.
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Fuentes consultadas:
Estudios, informes y estadísticas de equidad de género y trabajo
- Por Yamila Leyes, Marketing y publicidad y Agustina Ballestero, servicios de prevención en Provincia ART